Cuando niños, todos hemos aprendido que ciertos acertijos son sólo preguntas capciosas y que estando alertas a ellas, uno puede verse muy avispado o, por lo menos, no pasar por atolondrado al resolverlas certera y rápidamente. “¿De qué color es el caballo blanco de Napoleón?”, solía preguntarnos mi padre. Y la primera vez nos pilló... <Leer más>
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